Cuquisima película de Woody Allen, en la que destaca con luz propia (más que de Luna) Emma Stone, que sabe ser cándida e inocente, graciosa e irónica todo a la vez, que después de todo es lo que se le pide aun actor que protagonice una película del Judío. Colin Firth tiene un personaje muy acomodado a su propia persona -hosco y antipático- y quizá se pasa... yo habría deseado más romance y jugueteo y menos discurso espiritual, pero el amigo Allen va teniendo ya sus años, y es normal que le obsesionen ciertos temas. No es que no lo hayan hecho en el pasado, pero está claro que no les da el mismo trotamiento.
No obstante, la conclusión, si se parece a la de otros de sus films que han tratado el tema de la espiritualidad, muerte y Dios (como Hannah y sus hermanas) e incluso otros temas, como el del amor y las relaciones (Annie Hall), esto es, que los seres humanos necesitamos de la ilusión, los sueños, o como en este caso, la magia. Aunque nuestro intelecto nos diga todo lo contrario, hemos de aceptar lo inexplicable en nuestra vida, la ilusión, lo inasible en definitiva...la locura. Parece una conclusión bien sencilla, pero viniendo de un tipo tan inteligente, habrá que seguir su ejemplo y vivir de ilusiones o como en la película que nos ocupa, de magia.
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